Del nahual divino...

viernes, julio 22, 2005

Segundo capitulo

El primordial

“Que no está muerto aquello que puede yacer eternamente,
y con los eones por venir aun la muerte puede ser vencida”
Necronomicón

Regresó a casa del sacerdote para obtener una explicación acerca de los extraños sucesos que recientemente habían ocurrido. El padre lo esperaba a la puerta de su casa visiblemente deseoso de conocer los resultados de su encuentro. Una vez más recorrieron los senderos de aquella casa de formas caprichosas, que aun totalmente iluminada como en este momento tenía un aire de cierto misterio. Llegaron a una biblioteca con abundantes libros, mayormente de temas religiosos, en un escritorio de cedro rojo -finamente tallado con la figura de un león, un buey, un águila y un ángel, en las esquinas- estaba el terrible manuscrito hallado en el domicilio de la prostituta. Al verlo sintió nuevamente el horror de aquel ser al que le destrozó el rostro junto a todo lo ocurrido hace apenas unas horas.
-Temí que no volviera regresar nunca- dijo el párroco mientras abría el libro en una de sus páginas centrales separada a propósito- he tratado de estudiar el libro mientras usted no estuvo aquí, está escrito en su mayoría en un código solo conocido por una secta de brujas de la edad media, pero gracias a Dios contiene algunos fragmentos en latín, que seguramente pueden servir para brindarnos algunas pistas.
-Primero quiero que me explique porque está aquí y que es todo esto en que estamos metidos- le interrumpió Damián.
-Como podrá usted apreciar por mi acento soy italiano. A lo largo de mi vida y desde poco después de recibir el orden sacerdotal me he dedicado a uno de los ministerios más difíciles y delicados que tiene la Santa madre iglesia: el exorcismo. Después de más de veinticinco años de estar en los casos más difíciles he visto cosas increíbles, de las que no cualquiera podía salir bien librado. Paulo Sexto, a quien Dios tenga en Su santa gloria, me dio bendición especial, que se ha ido renovando con cada nuevo pontífice, quizá por eso siga aquí. Pero hace solo dos meses me encontré con un caso especial, el más difícil que halla enfrentado. Era una mujer que estaba poseída por varios demonios, desgraciadamente cuando la hallamos ya había matado a su esposo y a sus hijos, uno de ellos recién nacido. En cuanto logramos someterla un compañero y yo comenzamos el exorcismo, de verdad era una cosa sin duda horrible, su rostro se contraía de forma grotesca y adoptaba posturas increíbles, hacía que los objetos se elevaran y salieran disparados hacía nosotros, vomitaba grandes cantidades de sustancias increíbles como tabaco, siendo que apenas si consumía un poco de leche cada día para no morir.
Al quinto día uno de los demonios menciono la existencia de este “juego”, pero el demonio de mayor poder lo hizo callar con una voz que no había escuchado en ese exorcismo ni en ningún otro, tenía matices femeninos que la hacían aun más espeluznante. Eso me hizo recordar la existencia de un poderoso demonio, Lilith, la prostituta. La favorita de Satán y madre los incubos, el lado oscuro de la luna, un diablo habitante de la región del aire, que aparece a veces en forma de una hermosa mujer para seducir a los hombres y llevárselos al infierno, pero que en realidad es un monstruo horrible, incluso más que el que vimos en el video, haciéndome sentir escalofríos como nunca los había sentido.
En aquella ocasión la voz me ordeno detenerme en aquel preciso instante, pues aquella mujer le pertenecía <>. Dicho esto su espalda comenzó a quemarse, su piel despedía un olor acre debido a la extraña combustión, pero lo que más horrorizo fue la forma que había adquirido. En un principio me negué a creer lo que mis ojos miraban, pero era la horrible verdad, aquello tenía la forma de un pentagrama trazado perfectamente por obra del demonio que habitaba dentro de ella. Vi después como su cuerpo despedía una luz azulada y una sombra abandonaba el cuerpo para después perderse en un rincón del cuarto, mientras tanto el cuerpo se elevaba y se dirigía a la ventana para huir por ella y perderse en la noche oscura, iluminada tan solo por su odioso resplandor azulado.
Eso fue hace más de dos meses y después de largas pesquisas he hallado por fin su paradero. Al parecer ellos le crearon un pasado aquí no sé de qué forma y tampoco sé de qué modo lo involucraron en esto. Pero ya no hay manera de retroceder, solo podemos esperar para saber donde será requerido la próxima ocasión. Eso es todo lo que puedo decirle por el momento señor Reyes.
Él por su parte se quedó perplejo ante la increíble historia del sacerdote, sintió que su mente se quebraba en mil pedazos y que comenzaban a diluirse los delicados contornos que separan la realidad de la fantasía, estaba exhausto, al borde del desvanecimiento.
-Quiero descansar- dijo mientras se recostaba en el sofá más largo quedando dormido casi instantáneamente.

Nuevamente despertó entre sombras, aunque esta vez la oscuridad era mayor, hacía un poco de frío y el ambiente estaba saturado por vapores casi imperceptibles que venían desde sitios desconocidos. Cuando pudo distinguir algunos contornos entre las sombras se dio cuenta que se hallaba en un cuarto antiguo, aunque en perfectas condiciones como si allí no pasara nunca el tiempo. Su decorado le recordaba alguna mansión de la época porfiriana. De primera instancia no había nada particular en ella, de hecho se notaba que pertenecía a una persona culta y refinada. Nada del otro mundo, pero de cualquier forma algo en el ambiente le molestaba, observó más detenidamente la cama, los muebles, las cortinas, un baúl algo desgastado, hasta que algo en la pared llamó fijamente su atención y se acercó, era un cuadro con una aterradora escena: un ser extraño de horribles tentáculos, de un solo ojo en el rostro y una boca repleta de colmillos de proporciones ciclópeas -capaces de transmitir maldad como pocos seres lo harían-, estaba siendo adorado por hombres de antigua vestimenta de alguna cultura desconocida que le ofrecían seres humanos en sacrificio. Humanos que aprisionaba con sus horrorosos tentáculos mientras les arrebataba lentamente la vida.
Sobresaltado caminó hacía atrás y se desplomó sobre la cama sin poder quitar la vista de aquel cuadro. Que sinistra persona podía haber creado algo tan genialmente artístico como horripilante, era como si algún ser demoníaco pudiera plasmar una escena del infierno en un lienzo. Respiró mientras trataba de recobrar su sangre fría, después de todo era solo una pintura, además tenía que averiguar en que clase de sitio se encontraba. Inspeccionando en el baúl se encontró extraños libros escritos en idiomas raros, en lenguas olvidadas por muchos siglos. Revisando uno en particular vio una lámina con un ser similar al de la pintura, sin duda aquellos libros habían excitado demasiado la imaginación del artista y en uno de sus delirios había logrado plasmar tal horror. Tomando un poco más de valor decidió salir de aquel cuarto, un pasillo mucho más oscuro era lo que le aguardaba, lienzos aun más horribles cubrían las paredes laterales del corredor, inverosímiles orgías de horror que decidió mejor no mirar. Al finar del pasillo creyó oír un ruido que comenzaba a crecer, similar al sonido de los pasos humanos pero que parecían arrastrar un peso excesivo.
-¿Quién está ahí?- gritó con marcada desesperación, pero la respuesta que recibió no podía pertenecer a este mundo, su horrible tono se esparció por todo el corredor para después ahogarse en los rincones de la galería, el ruido de los pasos se hacía espantosamente cercano. Tomó su pistola y apunto directamente hacía la puerta la instancia se iluminó con el destello de su arma bendita. La galería adquirió todo su horror a plena luz, porque frente aquellos lienzos la penumbra era una dicha, una verdadera bendición, pero esto pasó a segundo termino porque el ser detrás de la puerta debía de ser uno de esos engendros vivo. Tres disparos más atravesaron la puerta y chocaron contra algo, otro infernal alarido colmo sus tímpanos, después todo regresó a su sepulcral silencio. Se mantuvo varios segundos paralizado, con el cuerpo temblando aun, pero haciendo acopio de valor decidió cruzar la puerta y enfrentarse cara a cara con lo que estuviera detrás de ella. Al abrirla un cuerpo estaba tirado, luces de antorcha iluminaban el lugar, pero... ¿qué clase de engendro era lo que tenía enfrente? Tenía poco más de dos metros, la piel verdosa y escamada, su cabeza alargada carecía de ojos que coronaran su frente aunque arriba de esta, un largo y agudo cuerno sobresalía. Tenía la boca llena de dientes afilados, pero sus colmillos eran mucho más largos y pronunciados. Caminaba erguido, sus manos tenían cuatro dedos largos nervudos, visiblemente fuertes y con unas garras terribles. Parecía un reptil pero carecía de cola, era algo más allá de lo que le había alcanzado en cualquiera de sus pesadillas, tal vez solo comparable con el monstruo que convocaba la prostituta. Al parecer las balas por suerte la habían atravesado el pecho, destruyendo sus centros vitales. Se preguntó que abría pasado si se hubiera encontrado con algo así vivo, tal vez ya no podría hacerse más esa pregunta.
Desviando la atención del engendro observo sus alrededores, el salón donde estaba era sumamente grande, abovedado y al parecer de forma hexagonal. Símbolos indescifrables cubrían las paredes, que quizá habían perdido sentido desde hacía mucho tiempo salvo por unos pocos insensatos que se atrevían a buscar sus contenidos malditos, pero que para él estaban totalmente vedados salvo por su sentido onírico, reservado para las partes más oscuras del ser. La bóveda estaba recubierta de un extraño metal en el que estaba tallado un ser con cabeza tentaculada, recordó los viejos libros de horror que leyera en su juventud, el rostro de los tentáculos faciales debía pertenecer a Cthulhu o Tulu, que había venido de la lejana noche del universo miles de eras atrás, cuando los dinosaurios aun no poblaban la tierra y el sol era joven. El habitante de este sitio debió de desquiciarse con tales mitos, pero ¿y el ser que estaba muerto a sus pies? Que tanto de verdad podía haber en esas leyendas. Nuevamente sintió su cordura tambalearse, trató de recobrar su aplomo, observó con atención la bóveda, arriba en altorrelieve estaba tallado Cthulhu cuidándolo todo con su maléfica visión, al lado izquierdo Shub-Niggurath, la cabra con un millar de crías, del lado derecho los globos iridiscentes de Yog-Sothoth, los monstruos míticos del maldito Necronomicón y de su culto; de frente a él una puerta tallada con un único y extraño jeroglífico y un candado. Bajo la efigie maldita de Shub-Niggurath estaba un nicho ahí dentro de una pila tallada con los odiosos símbolos estaba una llave del metal verdoso y frío con el mismo glifo que el de la puerta, en el piso había un hacha del mismo metal y una daga de jade y oro, la ciño toscamente a su cinturón y se llevo el hacha y la llave en las manos. Al acercarse al portal la llave en su mano comenzó a brillar débil pero perceptiblemente, el candado brillaba a la misma frecuencia, como si a intervalos regulares uno perteneciera al latido del otro. Al girar la llave en el candado este cayó con un ruido sordo, giró la pesada puerta sobre sus goznes pero sin emitir el rechinido penetrante y agudo que esperaba. Mirando hacía adentro divisó un lugar sumamente oscuro así que decidió tomar una antorcha para continuar. La luz apenas iluminaba de forma débil el lugar, que al parecer era una cueva que descendía algunos metros, había una especie de pozo o estanque pues mientras más se acercaba, el reflejo de la llama en el agua dejaba en entrever unas ondas con un brillo como de míticas aguas doradas. Cuando por fin terminó el descenso se encendieron de súbito otras muchas antorchas que iluminaban un lugar fantástico, donde columnas de piedra -formadas por el capricho del tiempo- se erguían como sostenes de un infernal palacio. Del otro lado del pozo estaban unas escaleras que conducían a una especie de trono tallado en la piedra de la gruta en forma basáltica. Sentado en él estaba un corpulento hombre de rasgos europeos, vestido con un traje elegante y un bastón de marfil en la mano tallado con la imagen de Yig, padre de las serpientes. Tenía una macabra sonrisa en el rostro con un matiz de horrible sarcasmo y sus ojos negros escrutaban a Reyes como tratando de beberse su horror.
-Me resulta sumamente agradable su visita, señor. Disculpe no haberlo recibido en persona pero múltiples ocupaciones me lo impidieron. Envié a mi criado pero parece que ya no estará más en condiciones de recibirlo. Pero por fin adorna mi humilde morada con su presencia, siéntase bienvenido- dijo sin remover de su rostro su desagradable sonrisa.
-¿Pero de donde demonios provino esa cosa? Sea lo que sea ¿Y qué hay con los jeroglíficos y las estatuas?
-Tantas preguntas resultan descorteces de su parte, pero le responderé. He viajado por muchos lugares que usted ni siquiera soñaría conocer, he cursado las extrañas sendas de la mítica R'lyeh donde vi seres de inmensa antigüedad que regían la tierra antes de que el hombre fuera concebido, he velado por un momento su sueño de milenios e incluso he regresado con parte de su poder, observe -se alzó del trono sosteniendo una extraña campana con el signo de la puerta, la toco emitiendo un agudo sonido.
-Despierta gran Kshin Yark, te traigo vida.
El estanque comenzó a rebullir de extraña manera, como si quisiera reventarse en mil pedazos. Entre el chapoteo asomó una especie de cresta de color amarillento seguida de una colosal cabeza provista de un solo ojo enorme y capaz de transmitir una maldad increíble. Horribles colmillos asomaban de su boca mientras unos tentáculos emergían del agua para llevarlo a su terrible muerte.
-Míralo –gritaba en su éxtasis rabioso- es sumamente poderoso y yo he logrado despertarlo con ritos que el mundo creía perdidos. Es tuyo Kshin Yark, yo soy tu sacerdote, gloria a tu poder eterno.
Profanos alaridos como de mil trompetas sonando a una vez eran emitidos por aquel ser mientras se acercaba lentamente. El monstruo era idéntico al de la recamara donde despertó, y era solo uno de los horrores de una galería completa. Sus manos se crisparon de horror, eso le hizo darse cuenta de que aun llevaba en sus manos el hacha del extraño metal, la cual comenzó a brillar de la misma forma que la llave y el candado. Sin dudarlo la lanzó con todas sus fuerzas hacía el único ojo de la bestia, que produjo un alarido más chirriante y agudo mientras se revolcaba en el agua y una sangre negra y pestilente brotaba de la herida. Aquel extraño hombre quedó al borde del colapso, su rostro estaba totalmente descompuesto, pálido. Trató de bajar precipitadamente las escaleras de la resbaladiza gruta, pero al intentarlo calló de bruces estrellando su rostro de frente contra el piso, haciéndose una herida mortal. Al parecer todo había terminado aquí, ahora debía de buscar la forma de salir de este horrible lugar. Justo cuando había dado sus primeros pasos sintió una terrible necesidad de voltear hacía atrás. Vio como del cadáver de su anfitrión fluía el mismo extraño líquido que cuando el monstruo fue herido en su único ojo. Al principio fue solo de su frente destrozada, después de la boca y la nariz, luego las orejas y finalmente de todos los poros de su cuerpo, hasta quedar completamente envuelto en esa sustancia. Acto seguido comenzó a brillar con la misma luz verdosa que el hacha y el candado, su ritmo aumentaba a intervalos regulares que se volvían cada vez más y más intensos. Era una especie de capullo, un cascarón. El cuerpo fue liberado y comenzó a incorporarse poco a poco, pero el ser que se levantó ya no era el mismo. Había adquirido una piel sumamente pálida con un horrible tono verdoso, sus ojos sin pupilas eran de color rojo brillante, más intenso que la sangre y relucían como dos relámpagos. Carecía de cabello y una gran cresta en forma de abanico coronaba su cráneo. Unas alas negras como las de algún murciélago gigantesco lo envolvían. Vestía una extraña túnica larga de color púrpura majestuoso. Extendió una de sus manos alargadas y delicadas, en su palma se abrió un orificio de donde salió una especie de tentáculo que velozmente le aprisionó el cuello.
-Te lo dije, no puedes acabar con el poder de milenios, ellos me dieron su poder, yo soy su elegido, ¡Oh, Dioses primordiales, reciban este sacrificio! ¡Que los hijos de Cthulhu devoren tus entrañas! –dicho esto aumento la presión del tentáculo que le aprisionaba el cuello, la voz de aquel extraño ente parecía venir de algún lugar lejano a pesar de estar ahí. Reverberando con sus blasfemias la cueva comenzó a perderse, parecía que por fin todo acababa, la muerte lo libraría de todo compromiso...
De su propia oscuridad surgió una imagen, una muy amada, una mujer. Desplomándose, perdiéndose en el infinito vacío de la muerte.
Regresó a la realidad, las carcajadas de aquel ente continuaban tan lejanas y cercanas a la vez. Tomó entre sus manos la daga de jade y de un solo tajo firme cortó el tentáculo que lo aprisionaba.
-Insolente, no puedes acabar con el poder de milenios –se alzó unos tres metros con sus alas extendidas, intentó lanzarse directamente contra el hombre que tenía frente a sí. Se vio segado por un increíble resplandor blanco, un torrente mortal de luz con un punto negro en el justo centro, sus oídos se ensordecieron por el estallido. De su pecho surgió un extraño liquido negro, un gusto amargo invadía su boca de la que también fluía algo que no podía contener. La caída fue lenta, el aire del final le desgarró las alas, la última sensación fue el perderse en unas aguas oscuras y frías.
Terminó al fin –dijo Damián mientras miraba como lentamente las aguas recibían aquel ser de pesadilla en su última morada de la que jamás debió partir. Volvió tras de sí sus pasos, ascendiendo al salón principal donde Cthulhu y Yog Sothoth miraban al asesino de uno de sus hijos alejarse con suma frialdad. Reyes por su parte meditaba las palabras de aquel ser: <>. Según el relato del párroco la mujer era la elegida de Lilith, el hechicero también mencionó que era elegido ¿Entonces quién lo había elegido a él? A todo esto ¿dónde estaba el párroco? ¿Y cómo había llegado ahí? Solo preguntas, pero ahora estaba decidido a averiguar de qué se trataba todo. Ahora el juego tornaba hacia un rumbo distinto, para él serviría tan solo para despojar la verdad de entre las sombras.
Volver a cruzar la residencia esta vez no le produjo la misma impresión, ni siquiera la espantosa galería con todas sus inconcebibles blasfemias, después de todo había logrado vencer a tres de aquellos seres vivos. Otra vez en la angosta recamara hecho una ojeada a los libros, en uno de ellos encontró una figura similar a la que el hombre había adquirido en su metamorfosis. Dejo esta pequeña habitación y se dio cuenta de que la casa en general tenía el aspecto de una hacienda de tiempos prerrevolucionarios, la recorrió sin encontrar nada extraño ni ningún otro indicio de peligro, un libro en el comedor acreditaba al dueño como un famoso arqueólogo Henry J. Philiph. Al parecer su trabajo abarcaba ruinas africanas, americanas y un extraño descubrimiento en el polo norte. No tenía más tiempo, así que decidió abandonar el lugar para encontrar respuestas.
Aun la noche estaba en pleno, ni siquiera una opaca luna iluminaba el cielo entre centenares de estrellas que se perdían en las copas de los árboles <>. Es difícil caminar por un terreno boscoso cuando se está acostumbrado a la dura firmeza de la ciudad, mucho más cuando las sombras te cubren, de noche los troncos más bien parecen almas en pena vagando sin fin por el tiempo, y Damián, vagaba con ellas. Estaba solo, pero su voluntad se arraigaba fuerte a la vida con la sola determinación de llegar hasta el final ¿para qué? No lo sabía, ya no esperaba nada, sin ella la vida tenía la apariencia de un enorme valle de almas en pena donde la soledad era todo, consciente de que el fin al que se aferraba era solo el punto de partida nuevamente.
El bosque prácticamente se cortaba en su totalidad en un claro, en el centro de este un circulo de piedra con una estatua encima, se acercó para mirar que era: un jaguar prácticamente congelado en la obsidiana. Cubrió con su rugido el bosque, desierto a excepción de él y del hombre que tenía enfrente totalmente perplejo por el modo en que mutaba hasta convertirse otro hombre, vestido con un traje de grecas doradas y un penacho que inundaron la noche con su luz furiosa, su mano se extendió para señalar un árbol de tronco delgado que se retorció para que de sus entrañas emergieran dos ramas que se extendieron una hacia cada lado hasta formar una cruz, que tras breves instantes se consumió ante sus ojos. El shamán por su parte expulsó una carcajada más parecida a un gruñido, mientras su cuerpo mutaba nuevamente en cinco extrañas serpientes que se desprendieron hacia cinco sitios distintos.
El árbol terminó consumido, un enorme y grotesco pedazo de ceniza, se acercó hacia los restos para tocarlos y estos se desmoronaron formando en piso un signo ya conocido: el alfa y el omega entrelazados por una cruz, el viento arrastró las cenizas que se perdieron en el silencio de la noche.
Corrió lo más rápido que pudo, ya sabía lo que iba a suceder, el mensaje era muy claro, él debía morir, quizá era aun tiempo de impedirlo. Llegó a la carretera y detuvo a un auto colocándose justo enfrente, el vehículo apenas tuvo tiempo de frenar a medio metro de él.
-Está loco o desea morir –gritó enfurecido el conductor.
-Es usted quien va a morir si no obedece –dijo al tiempo que mostraba su arma- abra la puerta. ¿Dónde estamos? -preguntó ya a bordo del vehículo.
-En la carretera libre a Cuernavaca.
-Bien, vamos al D.F.

Todo el camino lo turbaron sus pensamientos, debía impedirlo, pero el auto no iba la velocidad que su mente, eso lo obligaba a acelerar al conductor a fuerza de amenazas, pero el camino era eterno, serpenteante al grado de torturarlo. Llegaron a la ciudad y nuevamente estaba desierta, un inmenso cementerio de concreto, plástico, vidrio y metal con imponentes estructuras mausoléicas. Los ruidos del coche tan solo resaltaban el mutismo. Ya todo había empezado.
Unas calles antes de llegar la casa de la colonia Lindavista divisó una enorme hoguera ardiendo y en su cumbre una especie de risa y gruñido.
-¡Acelere! –gritó desesperado, pero ya no hubo quien escuchara sus gritos, pues en el auto no había nadie. Los seguros estaban sellados y el coche se movía a gran velocidad con vida propia y aunque disparó su arma sobre la puerta esta no se abrió. Justo cuando parecía que iba estrellarse, el automóvil se detuvo ante la ardiente casa en llamas del sacerdote. Todo se consumía con una velocidad increíble, aquí terminaba todo. Se desplomó en el piso quedando arrodillado, apretó los puños y cerró los ojos impotente, mientras sus lágrimas se fundían con las de la lluvia, que en ese momento comenzaron a bañar toda la ciudad.




1 Comments:

  • Men, q puedo decir, el Juego es de lo mejor q he leido tuyo... keep it up...

    By Anonymous Anónimo, at 8:23 p.m.  

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