Del nahual divino...

lunes, junio 06, 2005

Retorno

Para Brenda A. Yañez
I
Resulta verdaderamente complicado intentar expresar como ocurrieron las cosas, lo que si podemos afirmar sin ninguna duda es que fueron los minutos más tensos de la historia de occidente. Aunque en el caso particular de México fueron las minutos de mayor trascendencia.
Cuando los primeros radares detectaron que un objeto se acercaba volando a gran velocidad hacia Norteamérica, por el tamaño, el patrón de vuelo y la aceleración, se dedujo que era un misil de alta tecnología, muy probablemente una ojiva nuclear. Fue detectado por controladores aéreos en España y al parecer había salido de algún lugar de Rusia. En un primer momento se pensó que el país ibérico sería su objetivo, pero un cambio en la trayectoria de vuelo hizo suponer que el objetivo lógico serían los Estados Unidos. Evidentemente ese fue el consenso en el Pentágono por lo que un ambiente de frenesí se desató en todas las bases militares. La llamada al presidente fue inmediata, sin dudarlo este ordenó el contraataque. La especulación sobre el posible objetivo era demasiado incierta, se mencionaron en menos de un minuto todas los estados. Ese tiempo fue suficiente para que los medios se enteraran y el país entero entró en una desbordada paranoia colectiva. Sería imposible abarcar todo lo que ocurrió en ese momento, pero hubo desde suicidios individuales y colectivos hasta declaraciones inesperadas de amor, un gran número de salidas del clóset y furtivas relaciones sexuales de las más variadas especies.
El Pentágono confiaba en su tecnología de avanzada, después de todo llevaban décadas esperando este momento. Se disparó un oleada de misiles, pasó un par de largos minutos antes de que siquiera se acercaran a la amenaza que surcaba el mar, pero el breve intervalo fue tiempo suficiente para que el mundo entero pusiera sus ojos en el evento.
II
Yo me encontraba en el centro, había acompañado a mi novia que tenía que llevar a su hermano menor al museo. Había sido un día de lo más cotidiano, no hubo ninguna señal fatalista y todo fue igual que siempre: el smog era el smog, el tráfico era desesperante y el metro una verdadera tortura. Debo confesar que todavía me encontraba en la fase de “quedar bien” con ella, ese fue el principal motivo por el que asistí al museo, el otro era que el templo mayor siempre me pareció un lugar fascinante. No puedo evitarlo, tengo una atracción especial por las ruinas de una raza que considero majestuosa, junto con el suficiente resentimiento histórico como para preguntarme que habría pasado si nuestro pueblo no hubiera estado cargado de supercherías, si no hubieran ocurrido tantas traiciones, si no hubiéramos tenido un tlatoani tan cobarde, si los malditos españoles... “No te claves” interrumpió ella, pues yo estaba mencionado esto en voz alta en el museo y ella no era asidua a obtener las miradas de todos, cuando menos no de ese modo. Así que recorrimos el museo con mucha más mesura y soportando las fastidiosas notas que los maestros obligan, muchas veces sin un sentido claro. Para apresurar este proceso yo sugerí que compráramos un folleto. Si, el museo estaba hermoso, pero mis piernas no daban para más y yo lo tenía de sobra conocido.
En la tienda donde compramos el encarecido folleto se vendían también separadores con tu signo zodiacal Nahuatl. A ella le pareció una idea genial porque le atraían los discursos esotéricos. Así que dimos las fechas de nacimiento de los tres -claro el pequeño también contaba- y esperamos unos minutos para que una dependienta muy insulsa nos diera tres tiras de papel mate con grifos en la parte superior: un mono un tigre y una águila. Como a mi me tocó el mono las burlas fueron inmediatas, extendí la mandíbula y me encorvé como un primate. Al niño le divirtió mucho, ella lo encontró más bien ridículo, por lo que yo para componer mis actos dije -en el tono más docto que pude- la única pregunta que me pareció sensata “¿En qué año del calendario nahuatl nos encontramos señorita?” A lo que me respondió con la consecuente actitud insulsa que, “en el año de la caña”, sin especificar más detalles. Por obvia caballerosidad pagué.
Al salir del lugar nos quedamos a observar un momento a los danzantes, yo me sorprendí por el frenesí con que lo hacían, seguramente ninguna moneda podría compensar tal arrebato. Fue en ese momento que nos enteramos, pues desde varios sitios, distintas personas vociferaron a garganta abierta la noticia. Uno gritó: “Pinches gringos, a güevo, hasta que por fin”. En uno de los muchos puestos ambulantes había un pequeño televisor alrededor del cual nos fuimos congregando los curiosos. Yo la tomé de la mano y ella a su vez tomó la del niño. Fui así como nos enteramos
III
Los misiles utilizados como defensa por el Pentágono eran los más avanzados en materia de persecución. Era un grupo de ocho que podía seguir sin ninguna dificultad los vuelos más erráticos y veloces. Millones de dólares en investigación militar daban como resultado las herramientas de defensa más formidables de todos los tiempos. Se llamaban expansive-eagle por su abarcativa ola de calor no nuclear, capaz de asegurar la destrucción en kilómetros a la redonda. Al encontrarse por fin a una distancia próxima de colisión, los radares detectaron que el misil viraba vertiginosamente hacia el sur mientras que a su vez contraatacaba con ocho misiles compactos que impactaron a los expansive-eagle con patrones de vuelo desconcertantes. Evidentemente el diseño del misil había tomado en cuenta el mecanismo defensivo de los eagle, en uno de los actos de espionaje militar mejor logrados de la historia. Sin embargo al parecer el cambio de trayectoria apuntaba a la destrucción de la capital de sus menos afortunados vecinos del sur, un segundo blanco que no tendría posibilidad alguna de ser evitado. Cuando la noticia llegó a los medios, ni los principales comentaristas de los noticiarios americanos pudieron ocultar su alegría desbordada. No dejaría de ser una tragedia sin precedente. De hecho era el inevitable epicentro de una nueva guerra mundial pero “For Christ sake“, no les había ocurrido a ellos.
El cambio de panorama significó para nosotros la locura total, al encontrarnos frente a la catedral era lógico un arranque de desesperada devoción y todos corrían hacia allá, los más gritando de arrepentimiento por sus pecados. Para mi era el lugar más absurdo para estar y el cuadro lo completaban unos danzantes que aumentaban su frenesí, aunque no fue la única expresión de locura. La gente abandonó sus casas y sus autos, las calles estaban desbordadas y todo era de lo más confuso. Fue en ese momento que me di cuenta que la quería, que la necesitaba más de lo que había necesitado a nadie en la vida, que no era la relación pasajera que esperaba y la abrace a ella y al niño como si se tratara del hijo que nunca tendríamos, porqué se había acabado el futuro. En eso vimos la luz.
Era una luz blanca e inexpresable, nos llenaba de un calor intenso que sin embargo no dañaba. Mi rostro se llenó de lágrimas y me invadió una paz infinita en la que nada importaba, ni siquiera ella o el niño, ni mis padres, ni nadie. A la vez era que todos nos sentíamos así, puedo jurar que éramos uno, que todos sentimos lo mismo sin importar en donde estuviéramos. Todos bañados en lágrimas y calor sentimos las plumas de luz que se expandieron por todo el territorio. Nosotros fuimos afortunados porque vimos descender al hombre aun rodeado de su hermosa estela blanca. Miramos el amor de su rostro barbado y lo adoramos, después de todo era el año de la caña y nuestro príncipe, Quetzalcoatl, había regresado.