Reflexión
Aquellos que se dicen santos jamás lo son del todo. Los imaginamos inmaculados, incapaces siquiera de matar moscas, libres de cualquier pensamiento impuro, a años luz de distancia de cada crimen cometido o por cometer. Pero no nos engañemos, ya que lo que oculta el corazón de un santo es la eterna tentación por llevar a cabo los actos más aberrantes. Si no lo realizan es porque para ellos cada tentación es un tesoro, si la materializaran perderían algo de ellos mimos, la pureza que cada crimen le debe a Dios. El criminal siempre entristece –en el fondo- por cada crimen cometido. La autentica bienaventuranza consiste en atesorar los crímenes perfectos, planeados solo para Dios.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home